sábado, 14 de noviembre de 2020

El Gran Perdedor: Los Medios

La carrera increíble en la que se convirtió la elección presidencial estadounidense 2020 ha estado cargada de adrenalina pura, todo un carrusel de emociones que he disfrutado plenamente. Aún no se ha declarado formalmente un ganador, por más que los medios parcializados demócratas como es su costumbre desde hace algunas elecciones atrás, ya hayan dado con insistencia uno.

Les voy a dar mi veredicto como ciudadana del mundo. Todos ya lo somos, porque estamos tan conectados que la maldad de un lugar afecta de una manera u otra a los demás lugares por más distanciados que se encuentren, otorgando implícitamente a sus habitantes el derecho de expresarse al respecto. Esta es la cara fea de la globalización y nos toca lidiar con ella.

Desde mi perspectiva, el gran perdedor en este impactante proceso eleccionario es la mole conformada por los medios de comunicación de marcado corte demócrata, y digo marcado porque no se preocuparon en ningún momento en disimular aunque sea un poco su inclinación partidista.

Un medio de comunicación que se autodefina como imparcial debe buscar el equilibrio en la información que transmite y dar cabida a todas las versiones. Los noticieros por ejemplo en su sección de noticias deben limitarse a describir los hechos sin imprimirle ningún toque de opinión ni expresa ni solapadamente. Para drenar opiniones existen las secciones de opinión en medios digitales, televisivos, radiales e impresos. Estos son los espacios apropiados para desplegar en toda su dimensión una opinión. Incluso en estos espacios se debe dar cabida a los diversos puntos de vista existentes acerca de cualquier tema si se quiere ser fiel a la categorización de imparciales.

Cuando afirmo con vehemencia que el gran perdedor en esta contienda electoral ha sido el monstruo comunicacional estadounidense, me refiero a que la censura maníaca que realizó a datos contrarios a sus intereses, cualesquiera sean estos, relevantes para otorgar claridad y certeza al proceso electoral fue tan intensa que dudo que quede alguien en este planeta que siga confiando en ellos ciegamente. Me atrevo a afirmar que incluso los ciudadanos afines al partido demócrata deben haber quedado con un sustico por dentro, aunque lo arropen con la capa de la euforia triunfalista.

Los mismos medios se han desprestigiado brutalmente. Me imagino en el invierno que se aproxima a cada estadounidense mirando a la ventana de su casa para verificar que realmente empezó a nevar aunque la imagen de sus televisores muestre la ventisca golpeando el rostro del periodista que está informando el evento, por el trauma que les dejará tanta manipulación y tergiversación comunicacional sufrida.

Los medios parcializados demócratas no sólo hicieron de nuevo proyecciones electorales descabelladas, que siempre les fallan porque son hechas con insensatez así que difícilmente pueden ser acertadas; sino que acallan al unísono de la manera más irrespectuosa al presidente del país, la persona más importante de su colectivo, alegando prevención de disturbios. Lo cual resulta hipócrita porque a los disturbios violentos de BLM y otros similares si les dieron amplia cobertura sin llamar en ningún momento a la calma. Yo considero a estas revueltas más peligrosas, generadoras de odio y separatistas que cualquier alocución presidencial de Trump. Si censuran al presidente de un país que quedará para el ciudadano común cuando necesite quejarse de su candidato estrella.

Los medios desestimaron injustamente el derecho del presidente Donald Trump de manifestar su sospecha de fraude electoral y petición de conteo de votos legales. Esto debería ser aceptado sin drama y sin “pataleo” porque si están seguros de lo que sucedió pues no deben temer a una revisión.

El fin principal debe ser sanear el sistema electoral para evitar la instauración de formas nefastas de fraude o irregularidades, difíciles de corregir en el futuro porque se vuelven costumbre aceptada por no enfrentarlas en caliente en el momento de su aparición. Lo cual sería en extremo lamentable y recordaría tristemente el caso de Venezuela donde la transparencia electoral es una frase que hace largo tiempo se olvidó.

La consecuencia de este intento de manipulación de masas más que perjudicar a Trump perjudicó a los propios medios de comunicación porque dañó quizás para siempre la confianza de los ciudadanos del mundo en ellos.

Particularmente, a pesar de ser graduada en Comunicación Social ya no confío en ellos y siento profunda vergüenza ajena y una gran decepción por la manera en que estos medios de comunicación estadounidenses profundamente oscuros han usado a una profesión tan noble, ligada ancestralmente a la búsqueda de la verdad, para destruir a un bando en beneficio de otro con la única finalidad de forzar un cambio en el curso de los acontecimientos que ellos en su oscuridad juzgaron que era el que se debía implantar. Esta decisión no es de ellos. Esta decisión es y debe ser por siempre del pueblo, no del “Big Brother” comunicacional”.

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